Ha llegado el momento de replantearse el uso de la energía en los edificios tal como lo hemos venido haciendo hasta ahora. Los edificios consumen el 40 % del total de la energía que consume la Unión Europea y para reducir drásticamente estas cifra se promulgó en 2002 la EPBD (Energy Performance of Buildings Directive) o Directiva de Rendimiento energético de los edificios, revisada en 2010. De su aplicación se han derivado los cambios legislativos y normativos (Código Técnico de la Edificación) que han aumentado las exigencias de ahorro energético en los edificios y todavía las harán aumentar mucho más.

Pero más allá de las exigencias legales hay un hecho claro: los edificios que consumen poca energía son más baratos. Si consideramos el coste total de un edificio, es decir, no solo el coste de su construcción, sino el de su funcionamiento y mantenimiento a lo largo de toda su vida, se observa que la mayor inversión inicial se compensa con creces con la reducción de los costes operativos.

Para minimizar el consumo energético del edificio es necesario que los criterios de conservación de la energía formen parte de las decisiones iniciales de proyecto. Con un diseño adecuado pueden obtenerse grandes ahorros en el consumo de energía, que redundan en una reducción del coste del total del edificio